Domingo 13 del Tiempo Ordianrio

¿Perder la vida para salvarse?

 

La Palabra. “El que guarde su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará” (Evangelio)

 

 

1.Hay que afanarse y trabajar para vivir ¿quién lo duda?. Cuando en las primeras comunidades cristianas algunos, con el pretexto de que ya era inmediato el retorno de Cristo, se cruzaban de brazos como unos holgazanes, San Pablo recomienda: “que el que no trabaje que no coma”. Con toda razón hoy en nuestra sociedad todos quieren tener un trabajo para sobrevivir con dignidad. En el evangelio eso se da por sentado. El tema de fondo que hoy plantea ese evangelio es otro: ¿qué sentido damos a nuestra vida? Según el horizonte donde la proyectemos todas nuestras actividades, incluido el trabajo, creceremos o no en humanidad.

 

  1. Podemos vivir obsesionados únicamente por nuestra seguridad económica y la seguridad de nuestro grupo. Nos importa guardar bien y hacer cada día más confortable nuestra existencia sin preocuparnos de los demás y en lo posible aprovechándonos de ellos. Es la lógica del individualismo que tantos estragos está causando en nuestra sociedad. Estamos viendo todos los días casos de corrupción que no son en el fondo más que la expresión de una codicia insaciable que hace a los seres humanos soberbios, ariscos, aislados e insensibles al sufrimiento de las víctimas. Como resultado tenemos un modelo de persona tarada por el narcisismo, incapaz de amar a nadie que no sea ella misma. Y si el que no ama permanece en la muerte, ese modelo de persona no tiene porvenir.

 

  1. El evangelio propone otro camino de realización humana: la lógica del amor gratuito. Cuando uno se dispone a organizar y realizar su existencia según la conducta histórica de Jesús -arriesgar la vida “por mí”- no se preocupa tanto de asegurar su buena posición social ni de multiplicar sus ganancias pecuniarias, cuanto de que todos y todas puedan vivir con dignidad. Con estos sentimientos y la consiguiente conducta solidaria es como crecemos en humanidad. Ahí está la savia siempre fresca del evangelio. La buena noticia de que sólo el amor auténtico hacia los otros es el camino para nuestra plena humanización.                                                   Jesús Espeja, dominico

 

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