20 de Enero. 2º Domingo del tiempo Ordinario

Los milagros de Jesús 

“Jesús comenzó sus signos” (Jn 2.1-12)

 

  1. A veces nos imaginamos a Jesús como un milagrero que pasa haciendo prodigios a diestra y siniestra; cura enfermedades que no tienen remedio médico, abre los ojos de los ciegos y hace que los paralíticos echen a correr. Leyendo los evangelios no se puede negar que Jesús curó a enfermos, pero el mismo evangelio dice que Jesús no quiso hacer prodigios como arrojarse desde la esquina más alta del templo de Jerusalén y quedar flotando en el aire par que todos aceptaran su mensaje. Quiere decir que las curaciones de que hablan los evangelios no fueron milagrerías prodigiosas que dejaban a todos boquiabiertos.

 

  1. Tanto en la revelación bíblica como en los evangelios el milagro –“las maravillas de Dios”- tiene otro sentido. Porque Dios está más íntimo a nosotros que nosotros mismos y  también está en todos los acontecimientos, tienen base los relatos bíblicos cuando ven el milagro de Dios en el viento que trae la lluvia, y en el diluvio que destruye los males del mundo. El milagro significa esa confianza total de las personas en la presencia de Dios que da luz y fuerza para ser uno mismo y caminar por su cuenta.  Jesús de Nazaret celebra la presencia de Dios no sólo en los colores que visten los lirios del campo sino también en los pobres y en mismo acontecimiento de su muerte. Su vida fue un continuo milagro

 

  1. El cuarto evangelio fue escrito ya pasados  más de cincuenta años de la muerte de Jesús como  una catequesis: “para que vosotros creáis  que Jesús es el Mesías”, que nos abre camino de salvación. Y el evangelista  presenta las obras de Jesús como  signo de que la  vida de Dios está llegando. Cuando las personas se abren a esa Presencia de amor, recuperan la confianza en sí mismas y salen de la postración. Ahí está el milagro.  El primer signo fue en un banquete de bodas; falta el vino, símbolo de la alegría y de la alianza de de Dios con el pueblo.. La madre de Jesús se da cuenta, se mueve a compasión y confía. Los encargados de  que salga bien la fiesta se abren y confían en las palabras de Jesús. Entonces el agua se convierte en vino. Un vino mejor que el anterior porque  en la confianza las personas  han sacado lo mejor de sí mismas, salen de su postración  y ayudan a  los necesitados. Ahí está el milagro.

Jesús espeja, dominico

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