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Cuando la muerte visita a la familia


¿Cómo reaccionan los moribundos al  acercarse la muerte? La psiquíatra Elizabeth Kübler- Ross  y estudiantes de su seminario entrevistaron a más  de un centenar de moribundos e hicieron un estudio basado en esas entrevistas. En su libro “sobre la muerte y los moribundos” Kübler-Ross y sus estudiantes llegaron a la conclusión que los desahuciados pueden pasar por una de estas etapas:

1.- NEGACION DE LA REALIDAD Y AISLAMIENTO

La primera reacción de una persona a quien se le informa que su enfermedad  es muy grave, es fuertemente negativa, “no, no puede ser”. “Esto no me puede ocurrir”. No quiere creer la noticia. Es una reacción natural. Algunos, con la esperanza de que el médico se haya equivocado, cambian de médico. Esta negación es una defensa, un  amortiguador pues  nadie quiere admitir que su propia muerte se acerca. Es la voluntad de vivir que  toda persona  lleva dentro.

En esta etapa la persona tal vez no esté, todavía,  emocionalmente preparada para conversar sobre su situación, y no debe ser forzada a hacerlo. El paciente busca evidencias de que el diagnóstico no es correcto pero poco a poco se acostumbra  a la idea de morir. La negación disminuye  el impacto de la noticia. Debemos ayudarles permitiéndoles que lo nieguen si es necesario pero no animarles a que lo hagan. No es bueno intentar por medio de argumentos “demostrar” al paciente que no hay nada que negar. Hay  que tener mucha paciencia con ellos, no criticarles y  dejar que se vaya  haciendo  a la idea de manera que pueda comenzar por sí   mismo el proceso de integración. Si esa negación no se ve confirmada por la gente que lo rodea, eso dará motivo para   aislarse por algún tiempo ya que tendrá la sensación de que nadie lo quiere comprender. Además esperar que cambien de actitud de un día para otro: un día  lo niegan y otro lo aceptan.

Cuando el enfermo terminal esté preparado puede  ser, con permiso de él, no imponiendo, y si es creyente,  invitarle  a leer juntos las Sagradas Escrituras donde se habla de la muerte de Jesús, su agonía, sus dudas,  etc..

2.- IRA.

La persona que va  a morir no puede mantener su negación de la situación y sus sentimientos de incredulidad empiezan a ser reemplazados por sentimientos de ira, rabia, envidia y resentimiento. Y se preguntan: “¿Por qué yo precisamente?” ¿Qué he hecho para merecerlo? ¿Por qué y o  y no él?.  Esta reacción es también normal debido a que es el resultado de un profundo estado de frustración. Expresa o desplaza su frustración adoptando una actitud crítica y muy exigente ante el personal del hospital, médicos, enfermeras, etc.. También puede volverse en contra  de sus  seres queridos en un intento desesperado de decirle que todavía está vivo, que no ha muerto y hasta en contra de Dios

mismo. A los parientes del enfermo les cuesta entender su actitud y convienen que sepan que es solo una reacción provocada por la frustración. Muchas veces la gente que le rodea toma su enojo como algo personal: Cuando el origen de su ira no tiene nada que ver con las personas con las cuales se irrita. Deben comprender al enfermo y no contestar con indignación ni dejar de visitarlo. El desahuciado necesita que alguien escuche sus quejas y  siga escuchándole sin procurar darle falsas esperanzas.

3.- PACTO

Después del período de enojo, el desahuciado pasa por una etapa en la que trata de regatear (negociar) con Dios para que le conceda una prolongación de la vida o el alivio del dolor. Por ejemplo,  pide que el de unos meses más para presenciar la boda de su hijo u otro acontecimiento importante. Al igual que  los niños, a veces, no cumplen sus promesas o posponen el plazo. Por ejemplo, la madre que desea asistir a la boda de  su   hijo y después pide que la dejen asistir a la boda del otro. El pacto es un intento de posponer lo inevitable. Muchas veces promete servir a Dios fielmente si le prolonga la vida.  Podemos ayudar dándonos cuenta de que el moribundo se siente culpable frente a Dios, al que en la vida  le   ha hecho  tan poco caso. Podemos alentarle recordándole el bien  que ha hecho en su vida y la felicidad que tuvieron, etc,,, Podemos señalarle también que Dios es bondad, misericordia y comprensivo.

4.- DEPRESIÓN

Cuando el  paciente que  se está muriendo no puede seguir negando su enfermedad y se ve obligado a pasar por innumerables operaciones u hospitalizaciones, tienen más síntomas, se debilita o pierde peso, entonces su estoicismo y su rabia pronto serán substituidos por una gran sensación de pérdida, por un estado de depresión. Esta pérdida puede tener muchas facetas: una mujer que sufre una operación de cáncer del seno puede reaccionar depresivamente ante su figura, una persona puede responder con horror o desaliento ante una operación que le desfigure  la cara, demostrar poco interés en un tratamiento que el haga perder su pelo o  se hinche su cuerpo. Se preocupa, también,  por asuntos familiares, negocios, herencias;  de la preocupación  de cómo quedarán después de su muerte. Esta clase de depresión se llama reactiva. La segunda forma de desaliento consiste en  el pesar que experimenta al reflexionar acerca de del futuro. Se deprime ante la inminencia de la muerte, de alejarse de sus seres queridos. Esta depresión se  llama  preparatoria. Nuestra primera reacción en la presencia de enfermos que están tristes, y deprimidos es intentar animarlos y decirles que no miren  las cosas bajo el prisma de lo trágico. Kübler-Ross dice que esa actitud puede ser útil  cuando se trata del primer tipo de reacción, la reactiva. Mientras que en la reacción preparatoria no debería estimularse al paciente a que evite mirar el lado triste de la vida, porque eso significaría que no debería pensar en su muerte inminente. El paciente está a punto de perderlo todo y si se le permite expresar y verbalizar  su dolor, se encontrará mucho más fácil de la aceptación final.

5.- ACEPTACIÓN.

Si al paciente se le  ha ayudado  a pasar por las etapas anteriores, llegará a aceptar su destino sin enojo o angustia.  Habrá tenido tiempo de expresar sus sentimientos, la envidia por  los que gozan  de buena  salud, la ira contra los que  no tienen que enfrentarse tan pronto a su fin. Habrá llorado la pérdida de tantas personas y lugares significativos para él y contemplará su partida con relativa tranquilidad y experimentará un cierto grado de paz. Estará cansado y bastante débil. Sentirá necesidad de dormitar o dormir a menudo en breves intervalos. Esto no es  el sueño evasivo ni el abandono resignado ni desesperanzado de etapas anteriores. No es una sensación de “¿para qué sirvo?” o de “ya no puedo seguir luchando”. No debemos  confundir aceptación con  contentamiento; en esta etapa la persona  está casi carente de sentimientos. Es como  si  la pena hubiera pasado y hubiera terminado la lucha. Ya  ha llegado la hora final antes de hacer el último viaje. Los pacientes pierden  todo interés en los asuntos de los demás y hablan poco. Desean que  se les deje tranquilos, o por lo menos, que no  se les moleste con noticias de problemas o asuntos del mundo exterior. Si  ha padecido mucho es probable que quiera morir. No se comunican  con los demás, pero desean que sus seres queridos estén cerca de ellos y  reciben consuelo sabiendo que no  se les olvida cuando el fin se acerque. Es importante permitirles morir.

La doctora Kübler-Ross señala que no todos los pacientes llegan a reaccionar según el patrón de las etapas descritas. A veces los pacientes alteran la secuencia de las fases; algunos experimentan dos o más simultáneamente. Es probable que no se observen las cinco etapas en las personas cuya enfermedad es de corta duración. Casi todos los enfermos de muerte tienen momentos de esperanza en los cuales creen que se van  a recuperar. Cuando dejan de expresar esperanza puede ser signo de fallecimiento inminente.

En todas estas etapas es conveniente que siempre tengamos una actitud de servicio, satisfaciendo todas sus necesidades como  ofrecerles un vaso de agua hasta hacer venir de lejos a un hermano o pariente que necesita reconciliarse con el enfermo  antes de que este entre en coma.

Juan Bunyan en su inmortal libro “El peregrino”, nos da un cuadro de la muerte de un cristiano, usando la figura del cruce de un río. Al comenzar a sumergirse, exclama: “Me ahogo en las aguas profundas, todas  sus olas  pasan sobre mí”.  Esperanza, su compañero, contesta: “Ten buen ánimo, hermano, siento el fondo y es bueno”. Para el creyente, el río de la muerte tiene fondo y es bueno. Además el cristiano tiene la promesa de Dios mismo: “No temas porque yo te  he rescatado; te  he llamado por tu nombre, tú  me perteneces. Si  atraviesas un río, yo estaré contigo y no te arrastrará la corriente”. (Isaías 43:1-2)

6.- DUELO

Los egipcios pasaban ante cada comensal al final de los banquetes una especie de momia de juguete en su ataúd para recordar a cada uno el fin, y era un mal postre; de manera que no quisiera yo hacer tal cosa con vosotros al hablar de este tema.

El duelo y el luto

El duelo del latín dolus (dolor), es la respuesta emotiva a la pérdida de alguien o de algo. Se manifiesta en el proceso de reacciones personales que siguen a un despego.

El luto, del latín lugere (llorar), es el duelo por la muerte de una persona querida: se manifiesta con signos visibles externos, comportamientos sociales y ritualidades religiosas.

Por lo tanto cuando perdemos a alguien o a algo el ser completo se estremece, como si una parte de uno mismo se desgarrara.

El duelo es la consecuencia de nuestros apegos afectivos:“El duelo – escribe Parkes – forma parte de la vida exactamente igual que la alegría del amor; es, quizá, el precio que pagamos por el amor, el coste de la coimplicación”. En una palabra, el que opta por amar, opta por sufrir.  Alguien ha dicho: “El que ama sufre, el que no ama se enferma”. Por lo tanto la intensidad del duelo es proporcional a la fuerza del apego.

Freud indica que el papel del duelo consiste en recuperar la energía emotiva invertida en el objeto perdido para reinvertirla en nuevos apegos

EL PROCESO DEL DUELO:  Tiempo y expresión de sentimientos

1.- Tiempo.

Cuando recibimos una herida emocional, el cuerpo comienza un proceso tan natural como la sanación de una herida física. Por lo tanto confía en el proceso, déjalo suceder y abandónate. Confía en que la naturaleza llevará a cabo el proceso. Debes saber que el dolor pasará y, cuando pase, serás más fuerte, más feliz, más sensible y más consciente.

El proceso de sanación lleva tiempo,  por lo tanto tómate el tiempo que necesites. Camina no corras por que la herida necesita tiempo para curarse. Y no permitas que la gente te fuerce a caminar a su ritmo. En esta época de comidas rápidas y de repuestos instantáneos para todo, resulta difícil aceptar que algo requiere un tiempo.

La historia “Todo tiene su tiempo” ilustra muy bien la importancia de no precipitarse en este proceso del dolor. “Recuerdo una mañana en que yo había descubierto una crisálida en la corteza de un árbol en el momento que la mariposa rompía la envoltura y se preparaba a salir.

Esperé un largo rato; pero tardaba demasiado, y yo tenía prisa. Nervioso, me incliné y me puse a calentarla con mi aliento. Yo la calentaba, impaciente, y el milagro empezó a realizarse ante mí, a un ritmo más rápido que el natural.

La envoltura se abrió, la mariposa salió arrastrándose, y no olvidaré jamás el horror que experimenté entonces: sus alas no estaban todavía desplegadas y con su cuerpo tembloroso, se esforzaba en desplegarlas.  Inclinado sobre ella, la ayudaba con mi aliento…… En vano.

Era necesaria una paciente maduración y el despliegue de las alas debía hacerse lentamente al sol; ahora era demasiado tarde, mi aliento había obligado a la mariposa a mostrarse, completamente arrugada, antes de hora. Se agitó desesperad, y  algunos segundo más tarde, murió en la palma de mi mano.

Yo creo que este pequeño cadáver es el mayor peso que tengo sobre mi conciencia. Pues, hoy lo comprendo bien; forzar las grandes leyes no es aconsejable. No debemos apresurarnos, no debemos impacientarnos. Seguir con confianza el ritmo eterno”.

2.- Expresión de sentimientos.

Sentir los sentimientos es crucial ya que no puedes curar lo que no puedes sentir. Por eso el dolor  es el sentimiento que cura. Nos curaremos de forma natural sólo con que se nos permita afligirnos. De ahí la importancia de entender la dinámica de las emociones.

La emoción es la fuerza principal que motiva nuestras vidas. Las emociones son el combustible que nos lleva a defendernos nosotros mismos y a cubrir nuestras necesidades básicas. (Me gusta escribir la palabra E-moción: energía en movimiento. Esta energía es fundamental). Nuestra rabia nos mueve a defendernos. Cuando nos enfadamos, nos mantenemos en una postura, nos volvemos locos luchadores. Con el enfado, protegemos nuestros derechos y luchamos por ellos.

El miedo nos lleva a darnos a la fuga al ver el peligro. Nos ayuda a discernir, nos protege porque nos hace ver la existencia del peligro y su magnitud para luchar contra él; nos lleva a correr y a refugiarnos.

La tristeza conduce al llanto. Las lágrimas alivian y ayudan a superar la angustia.  Con la tristeza nos lamentamos de nuestras pérdidas y liberamos nuestra energía para usarla en el presente. Cuando somos incapaces de lamentarnos, no podemos acabar con el pasado. Toda la energía emocional relacionada con nuestra angustia se congela. Al no solucionarse ni expresarse mediante lamentaciones, se expresa mediante comportamientos anormales. A esto se llama exteriorización Un ejemplo: Maggie veía como su padre, un alcohólico violento y colérico, maltrataba verbal y físicamente a su madre. Esta escena se repetía continuamente a lo largo de su infancia. Desde los cuatro años Maggie era el único consuelo de su madre. Cuando su marido le pegaba, se metía en la cama de Maggie y se aferraba a ella gimiendo y temblando. A veces su padre la seguía hasta la habitación chillando. Esto aterraba a Maggie. Cualquier clase de violencia con un miembro de la familia, aterrará a los otros miembros. Un testigo de la violencia es una víctima de la violencia.

Lo que Maggie necesitaba en su infancia era expresar su terror, descargar su angustia. Al hacerse mayor trataba siempre de encontrar a mujeres y hombres que hiciesen el papel de padres, que la cuidaran. Cuando vino a verme había pasado por dos matrimonios brutales y varias relaciones tormentosas. Y adivinen cuál era su profesión: )Asesora especializada en tratar a mujeres maltratadas!.

Maggie estaba exteriorizando su trauma infantil. Cuidaba a mujeres maltratadas y tenía relaciones con hombres que la maltrataban. Cuidaba de la gente pero no de sí misma. La energía emocional no resuelta del pasado, se expresaba del único modo que podía: exteriorizándose.

La exteriorización, o re-actuación, es una de las formas más devastadoras en que el niño interno sabotea nuestras vidas. La historia de Maggie es un ejemplo dramático de la fuerza o impulso de repetición del pasado. Quizá esta vez me saldrá bien, dice el niño de Maggie, tal vez si soy perfecto y le doy a papá todo lo que necesite, me tendrá en cuenta y me demostrará amor y afecto. Este es el pensamiento mágico de un niño, no el pensamiento racional de un adulto. Una vez que lo comprendemos, todo empieza a tener sentido. Otros ejemplos de exteriorización son:

  • Re-actuar la violencia en los demás.
  • Hacer o decir a nuestros niños lo que nosotros nunca haríamos o diríamos.
  • Regresiones espontáneas a la infancia (rabietas, malas caras, etc.)
  • Ser rebelde de forma inapropiada.
  • Seguir unas normas de paternidad idealizadas.

Exteriorizar sobre nosotros mismos el abuso del que fuimos objeto en el pasado, se denomina interiorización. Nos castigamos del mismo modo en que fuimos castigados en la infancia. Conozco a un hombre que se maltrata a sí mismo cada vez que comete un error. Se critica y se dice cosas como: “Idiota, cómo puedes ser tan estúpido”: En varias ocasiones le he visto golpearse con el puño en la cara (su madre le había pegado así cuando era pequeño).

La energía emocional que se interioriza puede llegar a causar serios problemas físicos como trastornos gastrointestinales, dolores de cabeza, de espalda, de cuello, tensiones musculares, artritis, asma, ataques al corazón e incluso cáncer. Ser propenso a los accidentes es otra forma de interiorización: nos infligimos castigos mediante accidentes.

Como las emociones son energía, exigen que se las exprese. Si las reprimimos o las negamos corremos el riesgo de exteriorizarlas o interiorizarlas. Cuanto antes se repriman, más destructivas resultan estas emociones. Estas emociones inexpresadas y no resueltas es a lo que me refiero cuando hablo de dolor original. Este trabajo implica volver a  expresar las emociones reprimidas, las cuales, una vez hecho esto, ya no tendrán que exteriorizarse o interiorizarse nunca más.