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¿POR QUÉ NOS APEGAMOS A LAS PERSONAS?


¿Por qué nos vinculamos a otras personas? ¿Por qué nos apegamos?

La teoría del apego  de Bowlby nos ofrece una manera de conceptualizar (marco conceptual) la tendencia de los seres humanos a establecer fuertes lazos emocionales con otras personas y una manera de entender las fuertes reacciones emocionales que se producen cuando dichos lazos se ven amenazados o se rompen.

El establecimiento de fuertes lazos o vínculos afectivos (apegos) es una necesidad esencial de todos los seres humanos, estos lazos son los que le permitirá vivir y desarrollarse adecuadamente, son tan vitales como  la alimentación.

La tesis de Bowlby es que estos apegos provienen de la necesidad que tenemos de protección y seguridad,(base segura)  se desarrollan a una edad temprana, se dirigen hacia unas pocas personas específicas y tienden a perdurar a lo largo de gran parte del ciclo vital. La función biológica que se le atribuye es la de protección.

Bowlby no está de acuerdo con la teoría según la cual el niño desarrolla un vínculo estrecho con la madre porque ella lo alimenta (vínculo primario) y establece una relación personal de dependencia  con ella (vínculo  secundario). Si fuese  cierto cualquier niño se apegaría a quien lo alimenta.

Bowlby vio, por las investigaciones etológicas en animales de Lorenz,  que se podía desarrollar un fuerte vínculo con la madre  sin necesidad de que esta lo alimentara. A partir de aquí Bowlby comenzó sus investigaciones en humanos, llegando a la conclusión siguiente: Por apego se entiende cualquier forma de comportamiento o de conducta que hace que una persona sienta proximidad con respecto a otra persona identificada y preferida. (Cualquier forma de conducta que tiene por resultado el logro o la conservación de la proximidad con otro individuo claramente identificado al que se considera mejor capacitado para enfrentarse al mundo, lo cual se ve especialmente claro cuando la persona está enferma o asustada.

Esto resulta sumamente obvio cada vez que la persona está asustada, fatigada o enferma,  y se siente aliviada con el consuelo y  los cuidados. En otros momentos, la conducta es menos manifiesta. Sin  embargo, saber que la figura de apego es accesible y sensible  le da a la persona un fuerte y penetrante sentimiento de  seguridad, y la alienta  valorar y continuar la relación.

La función biológica atribuida al otro es distinta a  la alimentación o al sexo: es la protección, es decir, poder contar  con el otro porque se sabe que está dispuesto a ayudar en momentos difíciles. Así se establece una relación de apego al otro.

¿Qué es el apego?

El apego es el modo que tenemos de sentir el vínculo que establecemos con otra persona y resulta decisivo para el desarrollo de las relaciones sentimentales.

La intensidad de los lazos afectivos con otros depende de cómo hayamos vivido nuestra primera experiencia vital, en la que el apego nos enseña a estar con quien queremos y de quien dependemos, pero también a separarnos de ese otro  sin sentirnos solos.

El psicólogo John Bowlby desarrolló la teoría del apego. Considera esencial para el bebé que experimente una relación cálida y continuada con la madre en la que ambos hallen gozo.  Dedujo que muchos trastornos de la personalidad se deben a la carencia de cuidados maternos o a interrupciones en la relación madre-hijo.

La madre suministra en los primeros años de vida el alimento afectivo decisivo para la autoestima y la autonomía del niño. Cuando el apego se desarrolla adecuadamente, la persona podrá desarrollar vínculos afectivos estables. Si la evolución del apego ha sufrido desajustes y separaciones prematuras, puede suceder que, más adelante, tenga dificultades para establecer vínculos de carácter íntimo. ¿Qué tipo de apego afectivo estableces en tus relaciones?

Harlow hizo unos estudios experimentales y observó monos bebés desde su nacimiento hasta su madurez, criándolos bajo diferentes condiciones de aislamiento, lo cual podríamos considerar de duelo.  En condiciones de una completa deprivación social se observa el desarrollo de múltiples conductas neuróticas. En el caso de separar a los monos    bebés de sus madres una vez que los vínculos se habían iniciado, se observaba un estado de protesta inicial que acababa en un estado de desesperación a las 48 horas. El monito se negaba a jugar,  pero el vínculo se restablecía enseguida, en cuanto se le devolvía a su madre. Ello no ocurría en los monitos que no habían establecido vínculos adecuados.

Un aspecto muy interesante de aquellos experimentos fue el observar que la cría necesitaba a la madre no  sólo  para comer, protegerse o recibir calor, sino para sentir seguridad emocional. Fue lo que Harlow denominó el bienestar del contacto. Ello se demostró con claridad cuando al poner al monito una madre de alambre con alimento o una madre de fieltro, los bebés prefirieron claramente a la segunda.

Extrapolando podemos decir que el ser humano es un animal sociable por necesidad y no por elección, y todo ello se ha debido a que a lo largo de la historia de la evolución de la especie, vivir en comunidad en lugar de aislados ha sido no sólo una buena solución para la supervivencia, sino una necesidad para la maduración emocional adecuada, es decir que la persona es sociable porque lo necesita para madurar, protegerse y sobrevivir, y es capaz de establecer una serie de vínculos específicos y  muy intensos con su grupo, y concretamente con individuos particulares de ese grupo.

Se podría pensar que en nuestro mundo occidental actual no es necesario tal respuesta adaptiva.  En las grandes ciudades, donde muchos peligros naturales han desaparecido, se dice que se ha perdido gran parte de la primitiva adhesión al grupo, por predominar el  individuo sobre la comunidad, encontrándonos con el moderno problema de la soledad en compañía. En realidad, lo que ocurre es que al disminuir los peligros naturales  que actúan como desencadenante  de las conductas de socialización (en numerosos núcleos rurales un repique de campanas especial implica la obligación moral de salir equipado a apagar el fuego que amenaza a cualquier propiedad del municipio), en las ciudades estas conductas se encuentran desactivadas. Pero en respuesta a los aspectos displacenteros que le invaden cuando vivencia la soledad, el individuo se afilia a asociaciones y cuadrillas, porque dan seguridad.

Existen estudios epidemiológicos que demuestran que los riesgos de lesiones y muerte de las personas que viven solas son mucho mayores que los de las personas que viven acompañadas. La socialización y la ayuda mutua es  una solución para la supervivencia individual y como especie. Pero es que además el ser humano no establece los mismos vínculos con todos los seres de su grupo,  sino que establece vínculos más intensos con determinados individuos muy concretos de su círculo.

El deseo de ser amado y de que te cuiden es fundamental para la naturaleza humana tanto para los adultos como para los niños. Y puesto que  nuestra necesidad de amar y ser amado nunca termina, la posibilidad de perder esos vínculos están presente durante toda nuestra vida.

Como dice otro autor establecer apegos con otros seres significativos se considera una conducta normal no sólo en los niños sino también en los adultos y esta conducta de apego tiene un valor de supervivencia como aparece en las crías de casi todas las especies de mamíferos. La conducta de apego la ilustran muy bien las crías de los animales y los niños pequeños que, a medida que crecen, se alejan de la figura de apego durante períodos de tiempo  cada vez más largos, para buscar en un radio cada vez más amplio de su ambiente. Pero siempre vuelven a la figura de apego en busca de protección y seguridad.